lunes, 2 de agosto de 2010

Hogar

Corría por el bosque. El bosque de las brujas. En busca de una bruja. El pretexto. Lo único que él quería era perderse, extraviarse con el resto del mundo. No es navidad pero hay nieve. No es un funeral pero llora. Adentro. Bien adentro del bosque. Nadie ha muerto y recuerda entonces una escena de su película favorita. Francesa. 

Pero algo había cambiado realmente.
¿Escucharon el eco? Aunque nada había cambiado. Pues corría. Guiando sin pretender guiar. Con miedo a caer pero deseando hacerlo con todas sus fuerzas. Porque caer claro que requiere esfuerzo. 

Han llegado a la torre y miran desde allí el árbol al que habían prometido llegar pero que sigue estando lejos. 
Ríen. Él teme
Todos escalan hasta lo más alto de la torre para encontrar la casa desde arriba. Él teme, abajo. 
Pues su casa no se mira desde lo alto, sino a lo lejos, con los ojos bien cerrados.

¿La ven?, pregunta. Grita. Desde abajo. 
No, responden. Desde arriba. Bien arriba. Tanto que da náuseas.

Deciden volver. Regresar a casa. ¿Cómo ha de volver él a casa?. Mira el árbol. A lo lejos. Lejos de poder. El está a cargo y no ha de abandonar a su tropa. Aunque su tropa este siempre dispuesta a hacerlo. 

Entonces mira el árbol, cierra los ojos y vuelve a casa, no sin antes dejar que el propio viento le desnudara los ojos. 
Ojos que abre no para mirar, sino para despertar. Y asi, usando los sueños de noche como pretexto, como razón de su tristeza, podía excusarse el resto del día e incluso llorar. Adentro.

Bien adentro del bosque.