miércoles, 3 de noviembre de 2010

El pez dorado que intentaba escapar de su pecera



El pez dorado que vivía en una pequeña pecera intentaba escapar de la pequeña pecera pero siempre que lo intentaba chocaba con lo que parecía ser su propio reflejo.

Había una mano que día tras día lo alimentaba. El pez dorado no tenía que esforzarse para sobrevivir.

- Flotar y basta -
murmuraba el agua. 

Sin embargo todos los días el pez dorado seguía intentando escapar de la pequeña pecera en la que vivía. Y cuando llegaba la noche tan cansado estaba, que era entonces cuando dormía y de vez en cuando en sus sueños lograba escapar.

Pero un día despertó y olvidó intentar escapar y la mano que día tras día lo alimentaba al ver que el pez dorado ya no intentaba escapar, dejó de alimentarlo.

El tiempo pasó y el pez dorado comenzó a tener hambre y entonces tuvo un vago recuerdo de lo que era intentar escapar, así que se esforzó más de lo que un pez dorado podría esforzarse en recordar con precisión lo que era intentar escapar, pero ningún esfuerzo le fue útil.

El pez dorado no recordaba cómo era intentar escapar.

El pez dorado no tuvo más remedio que esperar a que la mano que día tras día lo alimentaba volviera. Pero la mano nunca volvió, y el pez dorado murió de hambre y sin volver a intentar escapar.

- Flotar y basta – 
murmuró el agua por última vez al pez dorado, 
cuando este flotaba. 

martes, 2 de noviembre de 2010

El sexo aveces habita en la punta de la lengua



Logra... ser un tren en blanco
Cierra mis ojos. Pasa, hiere.

jueves, 7 de octubre de 2010

¡Tuérceme la cara!

Bailaban, desnudos en una blanca cama que les obsequiaba segundos vueltos destellos de una luz que procuraba trazar el camino para que sus cuerpos que se buscaban se encontraran; cansados, afligidos, pero con suficiente fuerza aún para gritar:

– ¡Tuérceme la cara! –

Él que en la oscuridad buscaba desesperado el rostro de aquella mujer que pedía a gritos que le torcieran la cara, no la encontraba. Y la mujer que gritaba con ese grito que no busca sino que espera ser encontrado, como un alma que por error escapa de su dueño y cuando se ve perdida, extraviada en los brazos de este mundo intenta gritar, sin voz, pues no es más que un alma esperando ser encontrada por su dueño del que alguna vez escapó por error; la mujer que con toda el alma gritaba:

– ¡Tuérceme la cara! –

Pero él no la encontraba, buscó más allá del cuello, buscó entre los cabellos, encontró las sienes pero no la cara, pensó en la boca, la boca de la cual provenía aquél grito , pero tampoco la encontró, ¿qué clase de mujer es la que no tiene boca? se preguntó, pero es que el grito que él escuchaba no provenía de una boca, el grito, al igual que Tar sólo estaba en su cabeza.

Y así pasaron noches, el hombre buscando una cara y la mujer gritando:

– ¡Tuérceme la cara! –

Hasta que una noche en que no hubo destellos de luz que trazaran el camino para que sus cuerpos se encontraran, el hombre se cansó de buscar y encontrar a una mujer sin boca ni cara.


Uno regresa a donde quiere pertenecer cuando espera volver a ser.
öh.

lunes, 2 de agosto de 2010

Hogar

Corría por el bosque. El bosque de las brujas. En busca de una bruja. El pretexto. Lo único que él quería era perderse, extraviarse con el resto del mundo. No es navidad pero hay nieve. No es un funeral pero llora. Adentro. Bien adentro del bosque. Nadie ha muerto y recuerda entonces una escena de su película favorita. Francesa. 

Pero algo había cambiado realmente.
¿Escucharon el eco? Aunque nada había cambiado. Pues corría. Guiando sin pretender guiar. Con miedo a caer pero deseando hacerlo con todas sus fuerzas. Porque caer claro que requiere esfuerzo. 

Han llegado a la torre y miran desde allí el árbol al que habían prometido llegar pero que sigue estando lejos. 
Ríen. Él teme
Todos escalan hasta lo más alto de la torre para encontrar la casa desde arriba. Él teme, abajo. 
Pues su casa no se mira desde lo alto, sino a lo lejos, con los ojos bien cerrados.

¿La ven?, pregunta. Grita. Desde abajo. 
No, responden. Desde arriba. Bien arriba. Tanto que da náuseas.

Deciden volver. Regresar a casa. ¿Cómo ha de volver él a casa?. Mira el árbol. A lo lejos. Lejos de poder. El está a cargo y no ha de abandonar a su tropa. Aunque su tropa este siempre dispuesta a hacerlo. 

Entonces mira el árbol, cierra los ojos y vuelve a casa, no sin antes dejar que el propio viento le desnudara los ojos. 
Ojos que abre no para mirar, sino para despertar. Y asi, usando los sueños de noche como pretexto, como razón de su tristeza, podía excusarse el resto del día e incluso llorar. Adentro.

Bien adentro del bosque.

lunes, 24 de mayo de 2010

Crónicas de una visita a psiquiatría (I)



Entrego la hoja de cita y me piden que tome asiento y espere.

Tomo asiento, me cubro la nariz y boca con la manga de mi suéter y espero.

Se acerca una anciana y se sienta a mi lado. La ignoro porque ahora leo. Leo un libro escrito en inglés que no entiendo. Pero leo. 

Interrumpe.

–¿A usted también la mandaron aquí? – pregunta
– Si – contesto

Y leo.

– ¿Y por qué la mandaron aquí?

Mi cabeza piensa: 
Por intentos de suicidio
Mi boca dice: 
– Por insomnio

– Ay señorita yo también sufro de eso, hace años me iban a internar en una clínica psiquiátrica
– Ah

Busco el renglón en el que me quedé.

– ¿Y no le duele la cabeza?
– A veces – digo y hojeo el libro que al final cierro, derrotada.
– Si, es muy feo, yo cuando no duermo siento electricidad que me recorre toda la cabeza
– Oh
– Pero usted está muy jovencita para sufrir eso

Sonrío y se me entume el cerebro

– Bueno en lo que pasa usted, yo ahorita vengo

Se larga y abro mi libro escrito en inglés que no entiendo. Y leo. 

Leía que V tiene frío en las manos cuando de golpe un anciano se levantó de su lugar para exigirle más respeto a la enfermera.

Un anciano distrae mis ojos del libro pues exige más respeto, entonces lo miro apoyarse en un bastón y presencio parte de su discurso sobre el respeto que todos merecemos, hasta que asimilo que es algo que no me incumbe en lo absoluto.

Vuelvo mi cabeza al libro pero mis ojos detectan a una mujer a mi derecha.

Una mujer de unos 35 años se desnuda a mi derecha. Mide apenas un metro y se desnuda en público. Es pequeña y no le importa desnudarse frente a toda esa gente. Carece de pudor o está consciente que aquí solo hay ancianos sentados, enfermos del corazón o de los ojos. O de la vida. Y también estoy yo, que leo.

En el lugar: un anciano que exige respeto, una mujer que se desnuda frente a todos y yo que leo un libro escrito en inglés que no entiendo.

Leo. 

Entonces, para que V ya no tenga frío, se compra unos guantes, y un hombre entra al lugar anunciando el titular de un periódico. Miro al hombre que camina con el periódico entre las manos, hablando con deficiencia mientras saliva blanca le escurre de la boca hasta la barbilla. Está a punto de pasar frente a mí y yo tengo asco. Tengo asco del hombre con retraso mental pero como mis papás me enseñaron a ser buena persona no haré notar mi asco, así que miro al suelo, fijamente a un punto. Parecerá que estoy concentrada y no he notado su presencia, me excuso.

De nuevo llega el aroma nauseabundo que ya había olvidado y vuelvo a cubrirme la boca y la nariz con la manga de mi suéter. La he colocado de una manera que pienso parece ser una trompa de elefante.

Soy la mujer elefante. Miro la primer plana del periódico pasar frente a mis ojos. Accidente de tráfico deja cuatro muertos. 

De pronto ya estoy en el consultorio con la mano de la psiquiatra estrechando la mía.

– Buenos días, soy la doctora L
– Buenos días, soy la mujer elefante

El poco aire que hay dentro de la manga de mi suéter me sofoca y de pie, frente a mi, la enfermera repite:
– Señorita, pase al consultorio 19.

viernes, 21 de mayo de 2010

Un lugar para sangrar





Persiguió a la lagartija hasta que esta se ocultó en un agujero bajo la tierra caliente. Corrió de vuelta hasta la casa de madera construida en medio de aquél desierto, lejos del agujero, y buscó entre los huesos rotos un galón de gasolina, con esfuerzo lo llevó hasta el agujero donde se escondía la lagartija. El agujero, oscuro y caliente.

Vació el galón de gasolina hasta inundar el agujero, pero la lagartija no salió a flote. Del bolsillo de su pantalón sacó una jirafa miniatura de madera y le preguntó qué debía hacer.

La jirafa y el se miraron y casi de inmediato corrió de nuevo hasta la casa de madera seca que no albergaba nada más que polvo que servía para cobijar a los huesos fracturados y entonces tomó uno. Largo, picudo y hueco. Volvió al agujero y metió el hueso hasta el fondo, revolvió la arena con la gasolina intentando romper la cabeza o destripar el cuerpo de la lagartija. Pero el no sentía el cuerpo aplastarse y tampoco podía saber lo que  ocurría allí dentro con la lagartija. 

Porque la lagartija se había metido a un agujero oscuro y caliente.

Fastidiado sacó el hueso roto, que parecía sangrar, pues traía en una de sus puntas, en el pico más fino, el ocico de la jirafa atravesado.

La lagartija lo miraba con el cuello bien estirado, desde el techo de la casa de madera a mitad del desierto. 

Y la jirafa, con la encía sangrando pronunció sus últimas palabras: cuando los sueños dejan de ser sueños para convertirse en la baba que moja tu almohada.



jueves, 22 de abril de 2010

La respuesta





Esta es la historia de un hombre que alguna vez fue mimo. Un hombre que alguna vez renunció a hablar y se convirtió en mimo. 

Una mañana un pájaro se posó en la ventana de su habitación y le preguntó la razón por la que había renunciado a hablar. El mimo se esforzó por explicarle pero tristemente advirtió que ya lo había olvidado. 

El pájaro entonces prometió volver más tarde y el mimo pasó los siguientes días y las siguientes noches intentando recordar la razón por la que había renunciado a hablar.

Un día el pájaro volvió para hacerle la misma pregunta. Para entonces el mimo ya lo había recordado: quería ser poeta. 

Entonces el mimo le contestó al pájaro, pero en lugar de palabras eran gemidos los únicos que golpeaban el silencio. Consternados ambos se dieron cuenta de que su lengua había desaparecido.

El pájaro no volvió jamás y el mimo dejó de ser mimo para volver a ser hombre y llorar.



martes, 23 de marzo de 2010

Una corta entrada conocida



Me gusta lo involuntario que puedes llegar a ser de la rodilla a la agilidad de un dedo.


Me gustan mis dedos...


se enredan con tanta facilidad que no logras ver cuando me he convertido en sirena y te envuelves a...


Me desagrada tu voluntad de ser metal pesado, logras atravesar cada extracto de cuerpo y no te puedo dejar de amar, no lo dejas de hacer.


que raro es saber que ni siquiera la habitación esta aqui...


mis huesos pierden su propiedad, vuelven a ser huesos y tu me miras como si no fuera real, nunca llegue a la tierra ,me detengo y te saludo.



-¿perdon?, no la conozco señorita

jueves, 4 de marzo de 2010

El beso

Recuerdo la primera vez que te mire a los ojos, mamá me había prohibido ver televisión porque no quise darle un beso a la abuela. Yo salí al jardín

con ganas de huir de casa, pero a esa edad no entendía mis ganas de huir, solo las sentía, entonces simplemente caminé hasta la pelota de futbol desgastada que se asoleaba a medio jardín y pensando que estaba en un partido muy importante y que este sería el gol que me haría famoso,

pateé la pelota con fuerza, ahora que lo recuerdo como si quisiera hacerla desaparecer para siempre, pero en lugar de desaparecer fue a dar hasta tu cara;

cuando la pelota te golpeó mis ojos no sabían a quien seguir, si a la pelota que se elevaba hacia el sol o a ti que caías como si el golpe te hubiera restado peso. Cuando las dos terminaron de caer vi como mi pelota cruzaba la calle rodando y se detenía junto a una coladera por la que en lugar de agua se filtraban pedazos de infinitos tipos de papel; en cambio tu caíste y ahí te quedaste, sin moverte, tirada.


Primero pensé en correr a casa lo más rápido posible y fingir haber estado ahí todo el tiempo para que no me castigaran más, pero la idea que se reprodujo casi al mismo tiempo de que podías estar muerta me dejó paralizado. Yo te había matado, y al instante imaginé a la policía arrestándome con esposas brillantes y apuntando mi cabeza con alguna pistola como en las historietas de vaqueros y mujeres desnudas que papá escondía bajo el colchón y que yo hojeaba cuando ellos se iban al mercado.


Comencé a caminar, las piernas avanzaban temblando, lo que yo más quería en ese momento era volver a casa y hacer como si nada, lo juro, pero era como si mi cuerpo se hubiera desconectado de mi mente y desobedeciendo a mi miedo avanzaba sin detenerse hasta conseguir llegar a tu cuerpo.


No te movías, me agaché a tu lado despacio y sin tocarte, después con cuidado recargue mi oreja en tu estómago intentando escuchar dios sabrá qué, yo solo quería saber si estabas viva, pero no se escuchaba nada y tu no te movías, estabas muerta, lo juro.


Después sólo me quedé en cuclillas, esperando que los gusanos me confirmaran que estabas muerta, la abuela una vez me había dicho que cuando una persona se moría los gusanos se la comían, y de nuevo me agaché, ahora para mirar si los gusanos no salían por tus oídos, pero nada, no había gusanos por ningún lado.


Mirando tu oreja, me encontré con decenas de puntitos color café, más tarde supe que se llamaban pecas, pero en ese momento solo eran puntitos que me guiaron hasta tu nariz, yo nunca había mirado a una niña tan cerca, y menos a una niña con puntitos regados por toda la cara, mis dedos apenas se acercaban a tu rostro para sentir los puntitos cuando tus pestañas comenzaron a moverse, como si alguien les estuviera haciendo cosquillas y poco a poco se fueron separando.


Y no, definitivamente tampoco salieron gusanos de tus ojos que me indicaran que estabas muerta, en tu par de ojos sólo había un par de canicas, mis dedos pasaron de querer sentir aquellos puntitos a querer sacar esas canicas tan bonitas que presumiría a todos mis amigos. Cuando toqué una de las canicas, el muerto pude haber sido yo, pues gritaste tan fuerte que el corazón se me fue directo al estómago y entonces salió tu mamá de no sé donde y se acercaba corriendo y gritando cosas, cuando llegó te levantó en sus brazos mientras me gritaba palabras que no llegaban hasta el lugar que deben llegar para que uno las entendida y tu llorabas, hacías agua mis canicas.


Ahí, viendo como se iban tú, tu mama y mis canicas, yo me sentía triste pues creía que nunca podría jugar con las canicas más bonitas que existían: tus ojos, que ahora, por segunda vez vuelvo a mirar, antes de besarte.

martes, 2 de marzo de 2010

Soluciones Matemáticas

Imagina a una chica cubierta de lluvia
avanza a una habitación que de tan oscura
se aprecia la luz encendida
¿Que debe hacer ahora?
Si la proximidad entre el cigarro y la ventana es infinita
Pendo de un hilo,
porque me amarro una y otra y otra vez
una y otra y otra vez
más uno
una y otra vez
No recuerdo...
¿era el ovillo?
Un niño de estatura mediana, corre una distancia indescriptible
del jarrón a la cocina
se cree ha ganado la serie mundial
ya que mientras corria no podia ver sus pies
la pregunta
¿cuantos niños se dejan del jarrón a la cocina?

jueves, 25 de febrero de 2010

Cuento corto de un grito



Cuando el niño le quitó la tapa a la caja, gritó pero sin voz, tan sólo con la garganta bien abierta.


martes, 23 de febrero de 2010

Geografía básica

Yo soy los rostros del mundo,
la geografia más basica porque en mi...
los rostros se congestionan, no dejan de visitar
los fantasmas, piden la hora...
Yo soy los rostros del mundo,
porque el candelabro del que tiro
se despide
-la luz se abre camino a la ventana-
Yo soy los rostros del mundo
ya que... el caballito con ruedas y la mecedora
me dicen que así tiene que ser
Yo soy los rostros del mundo
porque en ellos encuentro la verdad
y a ti....
Enloquecido.

jueves, 11 de febrero de 2010

La carta que mata

Frente al sauce sostenía con ambas manos el sobre con la carta dentro, miraba el sobre, nunca más desde aquella noche como si fuera la primera vez, miraba el sobre que sostenía con ambas manos a la altura del pecho, lo miraba con la cabeza inclinada hacia este, frente al sauce, viejo.


La noche en que llegó a sus manos aquél sobre con aquella carta no era distinta, la lluvia había cesado, las hojas mojadas no se movían y las calles solitarias reposaban bajo la mirada de la luna. Como la mirada de quien ve por primera vez el sobre que se tiene entre las manos no basta para saber su contenido, intentó abrirlo con cautela, desdoblando la carta como si acariciase el plumaje de una hermosa ave. 


Al leer la carta las palabras fueron atravesando como inyecciones de miel sus ojos, dejándole cautivado, saboreando el azúcar. Cuando no quedaba gota de melaza volvió a doblar la hoja, la metió en el sobre, se sentó en el borde de la cama con el sobre aún en manos y rió el resto de la noche. Sin parar.


Los vecinos escuchaban perplejos aquella risa vehemente y llamándole loco, pues más fácil de comprender resultaba, preferían ignorar el hecho.


Los días y las noches pasaban y la risa de el hombre llegaba hasta el lugar que un humano jamás visita por miedo a ser asesinado. Y pronto los vecinos se hallaban confundidos, no sabían si reía o lloraba, pero con la confusión también llegó el cansancio


Una mañana, se le vio salir al jardín de su casa, había parado de reír y nadie lo había notado. La sirvienta que regaba las plantas tembló al verle salir, los niños que jugaban en la banqueta se rieron de él y loco le susurraron.


Él caminó hasta el viejo sauce que había crecido a orillas del jardín.  Dirigió la carta a su boca y un par de mordiscos bastaron para acabar con ella. Volvió a casa cruzando la puerta que lo encerraría para siempre.


Pronto al hombre se le dio por muerto, cuando su cuerpo dejó de funcionar, pero nadie entendía que ya había muerto desde el momento en que comenzó a reír. 


El día del funeral, frente al cadáver, nadie, absolutamente nadie se atrevió a pronunciar palabra alguna, ni a reclamarle, ni a burlarse, ni a llamarle loco pues el hombre, dijo con los colores de su cuerpo muerto, lo que había callado su lengua durante tanto tiempo. 


Al día siguiente, todos le olvidaron.

martes, 9 de febrero de 2010

-dos niños en el salon de clase-


En la clase de Miss Stephani, los niños suelen sonreir al espejo o mirarse los tobillos, usar calcetas amarillas o simplemente no poner atención que bien es otra forma de preguntarse por el sentido de la vida.



2 niños, 1 situacion



¿te puedo contar un secreto? pero no es nada mundano y tiene que ver con lo ridiculo.... pero jurame que no te vas a burlar, ¡¡juramelo!!


...esque....


no me puedo ver...


¿Como en el espejo? ¿Como?


En el espejo y...


....fuera de el...


Yo tampoco puedo verme


¿Como que tu tampoco?


mmm, creo que nadie,porque...


pero...


¿Tu te ves la frente cuando cierras los ojos? ¿Ves tus ojos?


¡YO NO!, por eso esque quiero ser famosa, si alguien más me ve,

dudo mucho que la proxima ves vuelva a olvidar mi cara.


jueves, 4 de febrero de 2010

Libido

Gato abre lentamente los ojos. Gato se pone de pie y camina sobre sus cuatro patas hasta el tazón. Gato mete la lengua al agua y con disimulo mira a su alrededor. Analiza el lugar y de inmediato encuentra sobre el sofá un cojín, su cojín. De un inesperado salto lo atrapa con su cuerpo, el cojín ahora convertido en presa se deja ser ultrajado. Gato comienza. Siente un placer sublime. Mea el cojín, sus bigotes tiemblan de lujuria, se enroscan. Se percata de que de un momento a otro su respiración ya es demasiado agitada pues los mareos lo distraen, sus patas tiemblan y se vuelven débiles. Gato quisiera cerrar los ojos, para concentrarse, pero si lo hace no logrará mantenerse de pie y aunque su cuerpo entero se encuentre en una tensión que acalambra, es parte del placer. Gato emite un maullido punzante y así culmina su orgasmo. Gato baja del sofá  y camina erguido por la casa con los pelos del cuerpo aún erizados, sabe que es el mejor amante.
Gato escucha que los amos han llegado a casa. Ahora lo buscan con gestos y gritos cáusticos. Pero prefiere mostrarse hasta terminar de lamer sus patas delanteras, cuestión de orgullo. Aunque no entiende lo que dicen, es de esperar que todo aquél escándalo se deba a él. Sin más. Gato la tarde siguiente, es castrado.

martes, 2 de febrero de 2010

Callejuelas y Sirenas

-Te miro de frente, pero… al dar la vuelta pasa que ya no tengo ojos, ni miedo, ni labios.
Revancha y vuelvo a mirar, una caja ¡me sorprende! se acaba de abrir y ni siquiera tu voz, cartón, revancha y vuelvo a mirar.
Nunca me ha gustado una casa sin ti, mucho menos un baño, supongo pierde autonomía. Ahora de perfil, vaya al fin ambas desaparecemos, aunque el ángulo sea confuso, pretende engañarse con ser alguien más, el otro día un ermitaño apareció sin más, me dio su nombre y su dia de cumpleaños, un lunes por la mañana una maestra de geografía se tiro al vacio, el martes entre los escombros un niño jugaba con soldados de arena...pero por más que lo intente no aparecí, ni tu tampoco.
De pequeña me decían que buscara en todas las cajas, hasta encontrar un cristal en forma de pez, ahí, seguro me vería. De pequeña me decían que nunca tuviera más de uno, podía romperlos y mi alma ya no se podría reencontrar conmigo hasta que tuviera once años, ahora de vieja mi olvido consta de encontrarte nuevamente en la pared, mi querido pececito-

-dédié au miroir, pour que tu ne m'oublies jamais et rendes un regard derrière-

viernes, 29 de enero de 2010

Vengan esos mil

Ser puta es como bailar: cuestión de agarrar el ritmo. Las monjas de la escuela nos decían: Los malos pensamientos galopan cabalgados por demonios.  Pero ser puta no es un mal pensamiento. Es más: no es ni siquiera un pensamiento.
Mis tíos cuando hablaban de putas, decían: Las tramposas. Entonces yo de niña siempre que hacía trampa pensaba: ¡Dios mío, qué puta soy!, y me iba a confesar. Claro que al padre no le decía: Me acuso de ser puta, porque además puta era una grosería. Pero sí me acusaba de ser tramposa. Y lloraba muchísimo, porque me imaginaba al sacerdote pensando: Tan chiquita y tan putita.
No te imaginas todo lo que cambié por eso. Luego de confesarme cada mes por años, ya supondrás que un día no lloré, y al final tanto el padre como yo nos acostumbramos a los mismos pecados y a la misma penitencia. Tres Padres Nuestros y una buena obra.
Según yo, a los doce años era una puta perdonada. Entonces a los trece pensé: Guau. Todos los niños de mi calle hablaban de las putas, y los más grandes hasta ahorraban para irse de putas. 
Me sentaba solita a la orilla del jardín y los oía hablar, siempre cochinadas, y más de putas. Y otra vez guau, porque con las pinturas de mi mamá –de algo tenía que servir, la vaca– me transformaba en una puta de verdad. Y luego me escapaba, así pintada, a algún lugar bien lejos, donde no me podía encontrar a nadie. Pensaba: En cuanto vea putas me paro junto a ellas y luego a ver qué pasa. Qué me iba a imaginar entonces que ser puta no era pintarse, ni pararse, ni acostarse. Ser puta es calentarse con cada "a ver qué pasa".

Diablo Guardián
Xavier Velasco 
2003