miércoles, 3 de noviembre de 2010

El pez dorado que intentaba escapar de su pecera



El pez dorado que vivía en una pequeña pecera intentaba escapar de la pequeña pecera pero siempre que lo intentaba chocaba con lo que parecía ser su propio reflejo.

Había una mano que día tras día lo alimentaba. El pez dorado no tenía que esforzarse para sobrevivir.

- Flotar y basta -
murmuraba el agua. 

Sin embargo todos los días el pez dorado seguía intentando escapar de la pequeña pecera en la que vivía. Y cuando llegaba la noche tan cansado estaba, que era entonces cuando dormía y de vez en cuando en sus sueños lograba escapar.

Pero un día despertó y olvidó intentar escapar y la mano que día tras día lo alimentaba al ver que el pez dorado ya no intentaba escapar, dejó de alimentarlo.

El tiempo pasó y el pez dorado comenzó a tener hambre y entonces tuvo un vago recuerdo de lo que era intentar escapar, así que se esforzó más de lo que un pez dorado podría esforzarse en recordar con precisión lo que era intentar escapar, pero ningún esfuerzo le fue útil.

El pez dorado no recordaba cómo era intentar escapar.

El pez dorado no tuvo más remedio que esperar a que la mano que día tras día lo alimentaba volviera. Pero la mano nunca volvió, y el pez dorado murió de hambre y sin volver a intentar escapar.

- Flotar y basta – 
murmuró el agua por última vez al pez dorado, 
cuando este flotaba. 

martes, 2 de noviembre de 2010

El sexo aveces habita en la punta de la lengua



Logra... ser un tren en blanco
Cierra mis ojos. Pasa, hiere.