jueves, 27 de enero de 2011

La muñeca y el árbol


Cuando era pequeño corría por el bosque que rodeaba la casa de mi abuelo. En vacaciones mamá nos llevaba a mis hermanas y a mi de visita y nos quedábamos unos días en casa de mi abuelo.
Aunque yo era el más pequeño, mis hermanas y yo nos llevábamos bien, pero a ellas les gustaba hacer pasteles y a mi me gustaba correr por el bosque. Correr hasta no poder respirar. 
Fue uno de esos días en los que abajo de un árbol, encontré tirada una muñeca. Una muñeca de cara pálida y ojos vacíos, tristes. 

A pesar de que la muñeca tenía un sombrerito ella se veía triste y yo casi no podía respirar, estaba cansado de tanto correr y tampoco sabía qué hacer, porque ella tenía un aspecto triste, y yo no sabía si estaba triste por estar allí tirada y abandonada o triste porque no quería ser levantada.
Me fui porque mamá me gritaba que ya era hora de comer.

Terminaba de comer la sopa cuando mamá dijo que estaba muy agitado y lo mejor sería descansar el resto de la tarde. Así que la muñeca tuvo que esperar sola, igual que yo, que además miraba por la ventana.

Sin pensarlo me quedé dormido, lo supe porque cuando abrí los ojos no se veía nada,  pero apenas amaneció y yo ya corría para llegar al árbol que no estaba lejos de casa de mi abuelo. 

Cuando llegué ahí seguía la muñeca, con cara pálida, ojos tristes, un sombrerito y su vestido arrugado. La levanté y la miré de cerca, pero sus ojos vacíos me asustaron y la solté, cayó haciendo crujir las hojas secas que el árbol ya no quería entre sus ramas.

Volví a casa.

La mañana siguiente decidí que algo debía hacer con la muñeca, no podía dejarla ahí tirada con las hojas secas que el árbol ya no quería. Quizá ella alguna vez había sido una hoja del árbol que ahora por alguna razón él ya no quería, me pregunté qué habría hecho la muñeca para que el árbol ya no la quisiera. Busqué una caja de zapatos entre las cosas de mi abuelo y cuando la encontré corrí de nuevo hasta el árbol, mamá me gritó que no tardara porque quería que ayudara a decorar el pastel que habían hecho mis hermanas, yo no dije nada porque ya estaba muy lejos para que me escuchara.

Metí a la muñeca en la caja para que no se fuera a escapar y trepé el árbol, arranqué varias de sus ramas y bajé. Saqué a la muñeca y llené la caja de zapatos con las ramas que le había quitado al árbol, volví a meter a la muñeca ahora acompañada de ramas y coloqué la tapa. Cave un hoyo a un lado del árbol con mis propias manos y enterré la caja de zapatos que tenía la muñeca y ramas del árbol dentro. Ahora la muñeca no estará triste, porque está con las ramas y además estará siempre junto a el árbol, dije y no volví nunca más. 

Pero nunca pensé que quizá era la muñeca la que ya no quería estar con el árbol.