jueves, 19 de noviembre de 2009

La muerte de Lis


Estoy muerta  pensó Lis. 
Estoy completamente muerta afirmó Lis hallándose tendida

Finalmente se puso de pie y abrió tanto los ojos que daban la impresión de estar apunto de saltar de sus cuencas; miró a su alrededor y viéndose rodeada por un infinito blanco Lis comenzó a andar. Caminó inútilmente durante un largo tiempo, tiempo inexistente; caminó hasta que se olvido de caminar. Lis no sentía cansancio y es que no entendía lo que era estar muerta, aunque para ella esto no era nuevo. 

Súbitamente frente a Lis apareció una flor, una flor de lis a sus pies y dirigiéndose a esta: 
Hola saludó Lis
La flor naturalmente no contestó. 
Hola repitió Lis 
Y una vez más la flor naturalmente no respondió. 
Lis, al recordar que llevaba días estando muerta no había tenido tiempo siquiera para comer y probablemente su cuerpo muerto necesitara de alimentos, se llevó la flor de lis a la boca y la masticó hasta tragarla.

No había pasado mucho tiempo cuando un estrepitoso chillido proveniente del estómago de Lis le provocó un sobresalto dejándose caer de espaldas al suelo que alguna vez fue blanco, ahora convertido en arena de desierto del mismo color. 
– ¿Por qué me comiste? – aulló su estómago
– ¿Quién es? – preguntó Lis a su estómago mientras intentaba deshacerse bruscamente de la arena que por la caída había llegado hasta sus ojos
¿Por qué me comiste? – se quejaba 
¡¡¿Quién es?!! – gritó Lis, pues aterrorizada contemplaba de su ombligo salir una cabeza de cisne. 

Poco a poco se distinguió la cabeza seguida del cuerpo, y cuando el cisne hubo salido por completo huyó de inmediato aleteando hacia el sur, mientras Lis intentaba adolorida ponerse de pie. 
…Y con los ojos bien abiertos miró a su alrededor, rodeada por un infinito blanco comenzó a andar.