jueves, 9 de abril de 2009

Bucolics

Escena 1
Ellas

Había llegado la hora de la verdad, ese momento decisivo en que eres consciente de que vas al encuentro de la vergüenza pública, el castigo, la tortura, la muerte y la eternidad. 
Nos hallábamos sentadas en un lounge al fondo de un bar, mirándonos una a la otra, insistentes, nerviosas. 

Fije mi mirada en sus sutiles labios coloreados tenuemente, que tempestuosos, poco a poco se iban separando para proferir al mundo todo un cataclismo. 

Mis oídos podían percibir únicamente dos sonidos: el que sus labios estaban a punto de producir y el de mi corazón sufriendo infinitos ataques de arritmias. 

En mi mente repasaba todas las posibles verdades que podía decirme, junto con todas las posibles excusas, ensayadas previamente, que podía darle. 

Sus labios separandose. Dos milímetros, cuatro, un centímetro, uno y medio. 

- ¿Interrumpo?

Ella suspira y le pone fin de un tajo a todo lo narrado anteriormente, volviendose hacia la derecha para echar un vistazo al puerto que se asoma por la ventana. 

El sujeto se presentó antes de lo acordado. Ninguna de nosotras le tenía aún respuesta alguna.

- ¿Interrumpo? - repite. 

Y para lo cual sólo hay una respuesta socialmente admisible:

- De ningún modo, únase a nosotras - 

Decirle al recién llegado, por ejemplo, aunque sea con las mejores maneras - Si señor, interrumpe, siéntese en otro sitio - causaría tal conmoción que la red de relaciones de grupo se tambalearía gravemente y quedaría en entredicho.

- ¿Y bien? - dice mientras se acomoda
- ¿Y bien qué? - ella gruñe
- Verá, justo en eso estábamos - explico

Escena 2
Rewind

- Es increíble lo insensible que puedes llegar a ser
- ¡Que sólo es un empleo!
- Si claro, a la misma voy yo y me tiro a diez viejunos en una noche y te digo que estoy haciendo un diplomado.
- Por dios, que no es eso, además tú ni miope te tiras a un chico.
- Mira ya está, tu por tu lado y yo por el mío. Eres además de impredecible, golfa, y lo que menos necesito ahora es vivir atormentada pensando con quién te acuestas y con quién no.
- ¡Trufas!
- ¿¿Eh??
- Sí, de chocolate blanco...
- ¿Disculpa?
- Tengo hambre y quiero trufas
- Y encima de todo, contigo nunca se puede hablar en serio
- Pero si en la vida nada es serio, excepto la pasión.


Escena 3
De vuelta al bar

Algo ha dicho el sujeto que yo no he logrado escuchar, pero a ella le ha parecido inapropiado, lo sé porque ha dicho - Esto me parece inapropiado -. Coge su bolso, su abrigo y se marcha. Yo no logro entender que sucede, todo gira a mi alrededor, me hace falta aire, nunca me había encontrado tan sofocada, el sujeto dice palabras que no se conectan entre sí para formar una oración con lógica, veo como ella se aleja, trato de llamarla para que vuelva, pero es como si no recordase su nombre, así que me levanto de un salto y camino apresurada hasta alcanzarla, le toco el hombro. 

Ella voltea y me sonríe. Yo me encuentro inmóvil, todo se ha tornado sombrío, apenas logro distinguir su mano que se introduce minuciosa en su bolso y sacando de éste un revólver Ruger Redhawk. Bang, bang, caígo tendida a sus pies.

Escena 4
Corre Lola corre

- Señorita, señorita, ¿se encuentra bien?

Con esfuerzo logro abrir un ojo, mientras el otro perezoso lo intenta y miro a mi alrededor. Adultos sentados en sofás que me observan desconcertados. Niños jugando en la alfombra. Un par de policías a lo lejos. Una voz de fondo hablando de horarios de despegue y aterrizaje. Grandes ventanas que dan a lo que parece ser una pista.

- Si que ha tenido un mal sueño. Yo solo pasaba por aquí cuando me distrajo usted y sus gemidos. Vamos primero me causo gracia pensar la sarta de perversiones que podría estar soñando, pero al final me he compadecido. ¿A dónde es que se dirige?, digo, podríamos hacernos compañía en lo que nuestros vuelos salen. Ya sabe, nada serio, como sea al final, en la vida nada es serio, excepto la pasión.

Esa frase... No lo creo. La miro con ambos ojos bien abiertos para cerciorarme. 

¡Es ella!, ¡Es ella!. Grito eufórica. Es ella la que me ha asesinado.