jueves, 27 de agosto de 2009

El vaso que corta

Es el vaso, el vaso que al contacto con el suelo se fragmenta escupiendo cristales en todas direcciones. El vaso que se rompe y que ya roto te corta. El vaso roto que te corta pero no te mata. 


No es nostalgia, no es odio, no es júbilo, no es melancolía, no es dolor, ni siquiera son palabras, solo es el vaso que te corta pero no te mata.


No hay sangre, en verdad, no hay rastro de sangre ni de dolor, solo es el maldito vaso que ya roto te corta y no te mata.


La falsa experiencia sosteniendo a las personas que rodean el cadáver no muerto de la mujer que cuestiona un todo y no un ser. 


Y ahí es donde esta historia carente de hora, de dia y de noche puesto que la mujer sumergida en si misma se ha vuelto incapaz de reconocer ya el tiempo, se convierte en la historia, la historia de la mujer sedienta que ya dentro de la cocina abre las puertas de la alacena para encontrarse con un vaso, pero que apenas las puntas de sus dedos lo rozan, el vaso cae y el estallido de éste rompiéndose retumba en sus oídos causando una parálisis del tiempo y que cuando sus manos ofuscadas intentan reunir los restos del vaso que hace unos momentos surcaban el aire y ahora inmóviles yacen en el suelo, tropiezan con el vaso roto.


La orilla del vaso se hunde en la piel de la mujer hasta agrietarla, pero la herida, abierta, no sangra, la mujer aterrada lleva el vaso hasta su pecho a la altura del corazón y una vez más la orilla del vaso se hunde hasta llegar al corazón, pero no sangra y no la mata y entonces todo pasa a ser una simple historia del vaso que corta y no mata.