martes, 1 de septiembre de 2009

El hombre que arrojo una aceituna por la ventana

Resulta que era Don Tertulio en su butaca preferida de la sala, en realidad no es que se tuviera dato de la existencia de más butacas, es solo que Don Tertulio prescindía de los objetos que no fueran sus preferidos.

Así que bien, Don Tertulio estaba al centro de la habitación en su butaca no más que preferida, sollozando una frase de Süskind –in crescendo- y odiando al contrabajo, de hecho Don Tertulio nunca dejaba de llorar o estar pasmado o infame, como él lo diría ‘su mórbida depresión bien asentada en las patas de gallo’.

Cada vez que Don Tertulio leía algún viejo libro le creía inmediatamente al autor, sin importar que este tuviera predilección por meterse cenizas en el culo, lograba razonarlo con un buen ungüento de mermelada.

Don Tertulio entretenía a su paladar con aceitunas, mientras escuchaba las noticias, era 27 de Marzo del 67, hace dos semanas la señorita Kitty Genovese había sido apuñalada ante la atenta mirada de sus 38 complacientes vecinos. Nadie pidio ayuda

En ese momento Don Tertulio. Se lleva las manos a la garganta. Se ha tragado el hueso de una aceituna. No puede respirar ,teme que ni siquiera respirar sea ahora un movimiento. Se acerca al balcón abriendo las ventanas. GRITAAAAA¡ es decir como puede. El hueso de aceituna ya se ha dispuesto a un cómodo viaje por el conducto de los bronquios. Don Tertulio ha muerto.

Ahora más que nunca hubiera dado todo por haberle hecho caso a su esposa Margarita, aceitunas sin hueso, Tertu recuerda que hacen mal al cartílago-.

Hay pero quien mejor que uno para el acto indiferente y deshumanizante, déjate morir, así es más seguro.