jueves, 29 de octubre de 2009

Punto muerto

Cansada, sin detenerse siquiera a lavarse la cara, Elena sale de su piso, baja las escaleras hasta llegar a la puerta principal y sale, no se da cuenta de la lluvia hasta un par de calles más tarde al sentir el agua escurriendo por su rostro, y es entonces cuando Lourdes mira unos puestos afuera de un mercado e instintivamente corre a ellos para ocultarse. Una vez ahí comienza a andar por los pasillos hasta introducirse en el mercado y de pronto al mirar María una variedad interminable de cabezas ensangrentadas de peces muertos, comienza a marearse y agobiada mira a su alrededor en busca de algo para no caer al piso pero hay demasiada gente y peces muertos. Elena se vuelve invisible y carente de importancia, tropiezan con ella, la pisotean, pero ella sigue en busca de algo en que apoyarse, su cuerpo encuentra un poste y se deja caer lentamente recargando la espalda en este; el dueño del puesto más próximo, un hombre viejo, amarillento y arrugado se percata de su presencia y con el periódico nuevo doblado bajo el brazo se dirige a ella.


– ¡Eh! ¡niña, quítate de ahí! –


Pero Lourdes no contesta, emite un par de sonidos intentando explicar que solo descansará un momento, pero no solo el estómago anda mal, ahora la mente parece revolverse dentro de su cerebro.


– ¡Que te quites de ahí cabrona! –


Pero María no escucha, el pasar de las personas frente a ella le distrae, mira una serie de zapatos caminando sin sentido y siente cada pisada penetrar en su propio cuerpo y cada grito de los vendedores anunciando los remates de verdura le aturden; de pronto experimenta el frío de algún líquido que toca su piel después de atravesar su ropa. 


Elena reacciona y es el dueño del puesto que al parecer también lo es del poste y que coloca en el suelo con ambas manos la cubeta que hace unos segundos estaba llena de agua podrida y que ahora escurre por la ropa de Lourdes mezclandose con la humedad de la lluvia.


– ¡Ya te dije, y si no te quitas le hablo a la policía pinche niña borracha! –


María lo mira y siente que la vida se le escapa por la boca y su cuerpo entero varía de forma en un gigantesco espasmo. El colérico verdulero presencia eso que tanto temía y dirigiéndose a Elena dobla el periódico a forma de tabla dispuesto a sacarla a periodicazos, pero Lourdes que ahora siente que flota, se pone de pie de un impulso y balanceándose camina lo mas rápido posible hasta la salida del mercado, el hombre al encontrarse con la imposibilidad de abandonar su puesto no hace más que quedarse quieto, blasfemando. 


Afuera, María camina por la acera hasta llegar a una banca sucia y vacía, se sienta y mira hacia lo alto de un edificio rojo una ventana abierta de la que se origina algún movimiento de Mozart, después mira hacia el cielo y perdiéndose entre los rayos del sol anhela quedarse así el resto de su vida, puesto que ya no necesita esfuerzo alguno para moverse al ritmo de su existencia.