jueves, 3 de diciembre de 2009

El árbol de los deseos


Aturdida Lis presionaba insistente con ambas manos su cabeza, era como si intentase unir dos pedazos separados por un rayo y aplicaba una fuerza descomunal pretendiendo deshacer, aplastar el recuerdo que había llegado hasta ella.



Pide un deseo y sopla las velas.

Deseo un conejo de medio metro que viva en la chimenea.

Concedido. 



Las hojas caídas del árbol eran las únicas que recorrían la calle y arrastradas por el viento se alejaban hacia el horizonte hasta perderse de vista. A lo lejos el sonido grave de un tambor mostraba el camino que conducía hasta una vela blanca, justo en el corazón de la ciudad. Un hombrecito pasó frente a ella tocando una larga, larguísima flauta. Es la flauta más larga que jamás había visto, pensó ella. El hombrecito desaparecía, soplaba y avanzaba dando delicados saltos. 


Las hojas del árbol seguían cayendo; el árbol le hacia recordar una historia que escuchó por casualidad en el hospital mientras esperaba el nacimiento de su hermanito, "El árbol de los deseos". No recordaba bien la historia así que no había mucho que hacer, pero la forma del árbol le era inolvidable y estaba segura de encontrarse a escasos metros del árbol de los deseos.


De pronto, el conejo dio un salto para salir de la chimenea y ella se escondió rápidamente tras el sofá, apenas y asomaba los ojos para mirarlo olisquear cada objeto que encontraba a su paso como si intentara examinarlo y juzgarlo por su olor; cada que el conejo olfateaba su nariz se arrugaba una y otra vez, Lis intentaba no estallar a carcajadas, pues nunca había visto cosa más curiosa.


No había pasado mucho tiempo cuando Lis no resistió más y soltó una risita apenas perceptible, pero el conejo dejó de olisquear y de inmediato giró la cabeza hacia ella  y mirándola quedó inmóvil. Ambos se quedaron quietos, observándose, el conejo fue el primero en moverse, pues en un intento de astucia arrugó la nariz como si intentara olerla desde donde estaba, ella al ver esto se llevó rápidamente la mano a la boca, pues no quería ofender de ninguna manera al conejo. 


Pero ahora que ya sabían de su existencia el uno del otro, ella lentamente quitaba la mano de su boca pues creyó que sería bueno saludarle.


- Mi.. 


El conejo dio un salto hacia atrás, giró y corrió a la chimenea apresurado, ella intentando pensar con claridad, corrió lo más rápido que pudo tras el conejo, pero por más que miró dentro de la chimenea, el conejo ya no estaba.


Ahora definitivamente ya no había nada más que hacer, así que recorrió la sala con sus ojos hasta que estos encontraron una pata de conejo, el conejo se había escabullido tan rápido que olvidó una de sus patas, ella se acercó para recogerla y la tomó con la boca.


Esta escena se convirtió en una replica perfecta de Saturno devorando a un hijo, pues ella sentía el sabor de la carne en su lengua y la sangre recorriendo cada recoveco de su boca. 


Lis transmutada en Viejo y sumergida en este recuerdo de él mismo, entendía que Viejo no era él sino ella y siendo asesina, condenó a Lis a la muerte eterna.



Entonces Lis, abrió los ojos, miró a Viejo y sopló las velas.