jueves, 12 de marzo de 2009

Imperfección automática [Toco tu boca]

Una luz escasa que se cuela entre la cortina, fastidia incesante mi sueño. Abro los ojos aturdida y busco algún reloj. 
10:46am Me dirijo zigzagueante a tomar la primer ducha del día. 

Al salir, Azrael, mi gato, se encuentra husmeando entre los libros, colocados ambiciosamente en el buró, en orden de importancia según Goethe. 
El teléfono timbra, Azrael da un salto que sin duda alguna le daría el primer lugar si estuviera participando en algún concurso de saltos gatunos. 

La torre Goethe se desploma. 
Se asoma una carta olvidada en Otelo, que yace a un costado de Stella. 

Dice así:

"No puedo más. Hoy he llegado al capítulo 7 y no puedo más.


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio.

Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura.

Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella.

Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua.*


Perdona mi debilidad, perdona mi atrevimiento, perdona mi insistencia de querer llamarle a esto amor. Perdona mi existencia. 

Laura"


Me pierdo entre pensamientos inoportunos mientras devuelvo cuidadosamente la carta al sobre y el sobre al libro. Azrael maulla. Yo de pie, miro su foto aún en aquél portarretratos bermellón sobre el tocador. 

* Julio Cortázar /Rayuela /Capítulo 7 /Toco tu boca