jueves, 5 de marzo de 2009

Next stop: Grab n' Go Station

El reloj apunta las cuatro menos veinte. El único ruido que rompe con el silencio nocturno propio de un condado en las afueras de la ciudad, es el sonido penetrante del avance de las manecillas. Tiempo traicionero y delator.

Tic-tac tic-tac, los segundos pasan y todo da vueltas. Él se encuentra allí y un líquido espeso y embriagante se desliza suavemente sobre su delicado y apuesto rostro, sus ojos me miran, yo le miro.

Un escalofrío me asedia de pies a cabeza.

Cae la primer gota. La primer gota que dejará una marca permanente de nuestro delito. Criatura inocua, ha dejado ya de sonreír. Funesto final gobernaba su hado.

Intento cerciorarme, recorro su cuerpo desnudo, tendido sobre las sábanas blancas, me encuentro una vez más con sus ojos marrones y me clava una mirada inefable, símbolo quizá de que ahora está extinta. Finalmente, se dibuja en esos bellos ojos la única señal de vida dentro de la habitación; mi reflejo.